jueves, 13 de enero de 2011

Sobre Habermas y los nombres del bautizo



Jürgen habermas y el entonces cardenal Joseph Ratzinger,
en un debate hacia 2004 que daría como fruto un libro.

-Exposición.

-Noticias Cuatro, hoy, emite que el Papa ha recordado la necesidad de imponer un nombre cristiano a los niños en el bautizo. Comentarios a pie de calle: ni el Papa ni nadie es quien de mandar poner un nombre a un niño, etc.

Jürgen Habermas, conocido filósofo de la Escuela de Frankfurt, trata de respetar los pilares de la ética kantiana: 1) universalidad de los principios morales y 2) la autonomía de cada uno de los hombres convertidos en legisladores. Habla de la razón comunicativa, orientada a la comprensión del otro (“le entiendo perfectamente, pero entiéndame usted a mí”). Este sería el uso de la racionalidad más importante, pues el proceso de socialización opera sobre él y ambos están dirigidos por el interés emancipatorio. Debido al pluralismo e individualismo de la sociedad moderna, Habermas, en su obra Ética del discurso (1983), hace una transposición dialógica del imperativo kantiano. En el caso de que se planteen conflictos en la comunicación acerca de la verdad de nuestras creencias éstos pueden ser resueltos en la acción del discurso, donde se someten a argumentación las pretensiones de validez de nuestras creencias. Dicho en palabras de Thomas Mc Carthy, tengo que someter mi máxima a todos los otros con el fin de examinar discursivamente su pretensión de universalidad. Se trata de instaurar un universalismo desde el que quepan todos, pero sin reducirse a los límites particulares de una determinada comunidad.

-Desde Orión.

Abordaríamos el tema desde dos lados: el ético y el antropológico-cultural.

-La exposición habermasiana nos sirve para entender y distinguir las cosas. Para empezar, habría que decir que la imposición de un nombre cristiano para los niños no es una máxima con pretensiones de ser universal, sino sólo para aquellos que solicitan el bautismo para sus hijos. Es verdadera legislación (véase Código de Derecho Canónico, nº 855), pero en este caso el Legislador no son todos los individuos como en el modelo kantiano sino el Papa. Por tanto, en este caso estamos reducidos-por muy populares que sean los bautizos en España- a los límites de una comunidad particular como es la Iglesia Católica, que legisla universalmente dentro de lo particular (no para toda la sociedad, sino para los que dentro de esa sociedad, pertenecen a ella). También el padre y la madre de la criatura forman una comunidad particular dentro de la sociedad y no han de someter a validez discursiva con todos, sino quizá sólo con los miembros de su familia. Por lo dicho, este debate no estaría en la palestra de lo universal, sino de lo particular de una determinada cultura o comunidad (aunque el nombre cristiano para un bautizado es algo que bien pueden exigir las iglesias protestantes o reformadas a sus miembros con toda coherencia). Huelga decir que la Iglesia no impone el nombre a nadie sino que indica que ha de ser cristiano. Es decir, que tenemos la posibilidad de elegir en una larga lista de santos. (recientemente el gobierno socialista ha eliminado la posibilidad de elegir incluso en lugares privados como son los bares).

-Obviamente, son los padres del niño los que primero han de decidir el nombre de la criatura, pero también y por eso mismo son los que no pueden pretender que su máxima-yo le pongo el nombre que quiera- pueda ser universal –en sentido kantiano- ni tampoco en sentido habermasiano-dialógico, por lo ya dicho. Si la Iglesia no es nadie para sugerir el nombre de mi hijo, tampoco soy yo nadie para imponerle a la Iglesia el sentido particular que tiene el rito del bautizo para mí. Y aquí entra la dimensión antropológico-cultural. Es una muestra de etnocentrismo –véanse anteriores post-el querer cambiar el significado de un rito. El vaciamiento de sentido cristiano del bautizo para sustituirlo por un sentido pluricultural-pues cada uno le otorgaría el que más le va- es un acto de conquista cultural por parte de la cultura hegemónica, simplemente.

1 comentario:

El diablillo dijo...

Bueno, el problema "etico-habermasiano" es la verificación de la norma,que tendría que darse en una situación ideal de "discurso" donde todos pudiesen hablar por igual y en ausencia de coacción. No es tanto que los demás acepten la norma, sino que se imponga su racionalidad por la fuerza del argumento, y sin coacción que "distorsione" el discurso.