lunes, 4 de abril de 2011

¿Es la Iglesia actual neokantiana?

El título no es casual. El caso es que la Iglesia actúa como tal. Me explico.Para las éticas neokantianas, la ética pública está por encima de la ética pricada, que sería aquella propia de los grupos particulares o tradiciones culturales. El Estado, según estas posturas (por ejemplo John Rawls), ejercería una moderación de estas con un "consenso entrecruzado". Obviamente, sólo se aceptan las posturas particulares que se enmarquen en la ética pública, o de "lo justo".
La Iglesia ha adoptado este esquema sin nombrarlo de esta manera. Para sobrevivir, acepta este marco de la primacía de lo "justo" (es decir, de la ética pública regulada por un tercero en autoridad) y dentro de sus filas ejerce un férreo control a su vez, no tolerando posturas no-oficiales o oficiosas.

La clave, a mi humilde entender, es que la Iglesia, adoptando la Modernidad post-Ilustrada, y su visión ética y antropológica, sustituye, como hace ésta, una ética de fines por una ética del deber, en la que la única virtud es precisamente la fuerza que la voluntad pone en ese cumplimiento. El deber es así una máxima universalizada-no universalizable- por los srs. obispos. La ética de fines aristotélica enseñaba que el fin del hombre es la felicidad, y aunque no exista unanimidad en qué cosa sea esto, según Aristóteles, sí que hay un tipo de vida distinto al que corresponde una virtud principal para lograrla. La Iglesia, al olvidar voluntariamente este esquema de su doctrina -no en la teoría pero sí aplastantemente en su predicación y enseñanza-, ha convertido su obrar en una ética de lo justo, donde el fin de la misma no parece ser -insisto, parece- la salvación de las almas, sino mantener el statu quo, un orden de cosas donde supuestamente no haya conflictos por causa de proclamar que Ella tiene la Verdad, obviando aspectos fundamentales de su enseñar como la tan anunciada Doctrina Social, en las circunstancias en que estamos sería muy bueno oir de parte de algún Obispo alguna declaración pública al respecto.

Iglesia que se dirige a ninguna parte por connivencia con la Modernidad. Sería tiempo de volver a las esencias y no tener miedo de ser lo que se ha de ser.
Termino con unas palabras dirigidas a nuestro país, España, que bien pueden aplicarse a la Santa Iglesia:

Donde no se conserva piadosamente la herencia del pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora. Un pueblo nuevo puede improvisar todo menos la cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida, y caer en una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil” (Menéndez Pelayo, Dos palabras sobre el centenario de Balmes, 1910).