sábado, 3 de marzo de 2012

Si Dios existe...Deísmo, teísmo, materialismo.

Parece que aparte de unos cuantos neoateos actuales, la cuestión de Dios ha perdido interés por la introducción y el éxito cada vez mayor de espiritualidades orientales que no requieren la creencia en Dios. Sin embargo, en plena modernidad esta cuestión está en la base del problema de la investigación científica y la filosofía del experimento. 

El típico -y más poderoso- argumento para negar la existencia de Dios es la existencia del mal, ya sea éste físico o moral. Si Dios existe, no me pasaría tal o cual cosa, no habría tantas desgracias como desastres naturales que se llevan inocentes, hambrunas, mundo dividido entre ricos y pobres, injusticias sin cuento...Ante esto la respuesta que dieron pensadores clave como Descartes, Malebranche, Fontenelle o Leibniz, en clave racionalista, o Newton y los filósofos de la teología natural parece que se queda demasiado en el plano teórico. Pues bien, ese plano teórico es necesario, y sus respuestas, aunque diversas ente sí, nos pueden ayudar en el tiempo presente a reflexionar-si es que a alguien todavía le queda esa capacidad- sobre este problema. 
Más en concreto, sobre la Providencia de Dios: cómo era su intervención en el mundo, su principio de actividad, o si la naturaleza era algo autónomo y funcionaba por sí sola como un mecanismo activo. Para todos esos pensadores Dios es el primer principio cosmológico, pero difieren sobre su actuación. Descartes sin quererlo abrió el camino al deísmo al afirmar que Dios en la Creación sentó las leyes que rigen el mundo interviniendo solamente para conservarlo mediante causas segundas. El cartesiano Fontenelle-autor de la Enciclopedia junto con Diderot-mostró una postura deísta, es decir: Dios solamente intervino en el mundo al crearlo y poner sus leyes autosuficientes. Sin embargo, esto representaba un problema con la Providencia extraordinaria de Dios: el milagro quedaba descartado. Malebranche intentó escapar de esta conclusión con el ocasionalismo: interviene en ocasiones cuando el mismo orden que él creó lo requiere, con lo que provocó un nuevo problema, pues esto representa poco menos que un mundo imperfecto en el que Dios tendría que intervenir para reparar lo que supuestamente hizo mal al principio. Dios actuaría directamente, sin causas segundas.
Así las cosas, Sir Isaac Newton aparece. para él, el comportamiento de la naturaleza es un puro dato, y nosotros sólo podemos saber cómo funciona por sus efectos. Dios interviene a través de principios activos espirituales presentes en la materia, que carece de actividad, es algo pasivo, conformando un Dios voluntarista y presente en el mundo, pero que a pesar de las convicciones religiosas que guiaron la obra de Newton, éstas se perderán cuando los materialistas se aprovecharon de una cierta indefinición en esta teoría para poner la actividad de parte de la materia y no de Dios. Otros, como Samuel Hutchinson, acusaron a Newton de rebajar a Dios y confundirlo con la naturaleza. 
Como es sabido, Leibniz rechazó estos sistemas afirmando que éste es el mejor de los mundos posibles, y que la naturaleza está formada por unos principios eternos llamados "mónadas", en la que Dios sería la mónada suprema. 

Desde Orión

El mal moral es fácilmente imputable a la libertad del hombre. Pero, ¿Qué pasa con ese mal físico o natural?
Podemos decir que, por ejemplo, las placas tectónicas tienen unos parámetros de comportamiento regulares, que su actividad es medible y regulable, que las enfermedades se pueden investigar y aislar genes o moléculas que intervienen en ellas, identificar los males a atajar. Si Dios es un Dios Providente, entendiendo la Providencia como ese cuidado amoroso con que Dios conserva y gobierna todas las criaturas, especialmente a los hombres (catecismo de segundo grado, que estudiamos algunos), volvemos a la pregunta inicial. Realmente sería mucho más fácil explicar todo desde la postura deísta a lo Fontenelle, admitir la existencia de Dios pero reducir su cuidado por el mundo a sólo el momento de la Creación-como quiera que eso se produjo- y a establecer unas leyes naturales autorreguladas. Así, el mal físico de la naturaleza no sería culpa de nadie.  Muchos optan por esta explicación, pareciéndoles demasiado burdo o estúpido negar la existencia de Dios. Sin embargo, el que cree que Dios es un Dios Providente, ha de pensar que esta explicación no es satisfactoria, pues Él ha creado la naturaleza para el hombre, y pensar que ésta es un mero mecanismo de relojería es pensar que el hombre no importa, es una criatura sin mayor valor para ese Dios anónimo predicado en la Ilustración, gran Arquitecto del Universo, lejano y despreocupado en su Olimpo de la única criatura que tiene conciencia de sí, de su doble dimensión espiritual y material.