sábado, 28 de enero de 2012

De revueltas árabes y democracia (Alentado por un lector, que me ha hecho ver que eran excesivas mis alabanzas a la primavera árabe).

Cristianos coptos manifestándose en Egipto contra su persecución y matanza 

Bashar El Ashad, presidente de Siria, representa el último bastión del baazismo. El movimiento Baazista surgió en Siria durante el proceso de descolonización de África y el Oriente Medio (recordemos a Nasser, el finado Gadaffi y su libro verde, etc.), enmarcado por una tendencia general a escoger formas políticas que escapasen de la islamización, como el socialismo occidental. Se tomaba así un camino lo más amplio posible como para que se agruparan todas las tendencias y latencias de la sociedad árabe, de suyo compleja y a menudo, fratricida. Lo que a mediados de los sesenta resultó ser una solución, a estas alturas es un problema. Los regímenes “verdes” del socialismo árabe, desde Túnez a Egipto, pasando por Argelia, devinieron en dictadura con el pasar del tiempo, en un traspaso de poder cercano a las monarquías hereditarias, como la familia Al Assad. La pujanza de los Hermanos Musulmanes, de estricta ortodoxia chií y antioccidental, se perfila como fuerza creciente en el país, con la anuencia y apoyo de Francia y el resto de la UE, que hasta ahora había apoyado a las minorías cristiana y kurda. Ante las revueltas, Al Assad no ha tenido más remedio que tomar la mano de sus regímenes amigos, Irán y Rusia, apostando claramente por el sunismo de Teherán para aplastar a sus enemigos. Los gobiernos occidentales, que no entienden nada, pretenden ejercer una tutela prodemocrática en la zona, que ya es un bastión en ciernes de la sharía. Curiosamente el derrocamiento de estos dictadores trae más dictadura, en este caso la islámica chií, o un caos como en Irak.
La historia de los musulmanes nos dice que ejercieron una tolerancia inicial en los países conquistados durante un tiempo, mientras no eran mayoría, como en Persia, o en Al Andalus. Pero cuando se instala la sociedad musulmana, la tolerancia ya no tiene objeto, pues se tolera lo que se estima es malo, pero sólo como mal menor. A las minorías sirias ya no les queda mal menor, pues AlAssad apuesta por Teherán, y por otro lado están los chiís. Les queda emigrar.
Cuando los griegos exportaron la democracia a sus colonias, en tiempos de Pericles-es decir, en el momento más decadente de aquel sistema tan prístino del genio griego- lo hacían para sostener económicamente el imperialismo ateniense, que necesitaba de polis subsidiarias que le pagasen tributo y proveyeran de materias primas. Se había convertido en una institución muy cara debido a que los que votaban debían ser gente desocupada que era pagada por acudir a la asamblea. El sistema político, las infraestructuras, el comercio, etc. sobrevivía gracias a esta forma de imperialismo. Lo que en principio había sido bueno-disminuir el poder del Areópago en la toma de decisiones políticas y aumentar la representatividad de las distintas tribus-con el tiempo degeneró. Mutatis mutandis, pues la democracia griega poco tiene que ver con la nuestra, el imperialismo democrático occidental del norte tiene necesidad de exportar su sistema político a otros países del globo, de convertirlos en satélites para suministrar materias primas o mano de obra barata. La democracia y las libertades son la excusa perfecta para intervenir en países soberanos que en todo caso, han de buscar la mejor forma de gobierno para ellos, según su propio camino, en formas culturales válidamente traducibles. El etnocentrismo occidental no nos deja ver que, alomejor, sencillamente, hay pueblos que no quieren la democracia, no la entienden o no les vale como forma de gobierno.

viernes, 20 de enero de 2012

San Canuto

el verdadero San Canuto, mártir

Esta semana se celebraba San Canuto en numerosos campus universitarios españoles. La fiesta consiste, cómo no, en celebrar una jornada al aire libre donde “llovió marihuana y nevó cannabis”, parafraseando a Tolkien. Esta cultura, unida indisolublemente a otros fenómenos de masas como el botellón y un largo etcétera, huelga decir que son la puesta en práctica de la posmodernidad, en pleno apogeo. Pero además es un ejemplo claro de la inversión cultural que supone. Es una sociedad que ha invertido los valores en sentido nietzscheano, una herejía de la cultura forjada por la Iglesia durante milenios-al menos en la vieja Europa-.

El sapere audere! Kantiano, como abandono de la tutela cristiana de la sociedad, y así pasar de un estado infantil del hombre a uno adulto, se estrella contra la evidencia de que si eso fuera así, el estado de cosas del Ancien Régime quedaría simplemente como reliquia de museo y al que no se volvería más que como algo representativo de su época y lugar. En cierto modo eso es así, pero no no representaría problema alguno para justificar el nuevo orden de cosas nacido de negar y dejar atrás lo pasado. Y sin embargo no solamente se ataca, sino que es un todo holístico que pivota en torno a la inversión de la cruz. Es una sociedad donde la educación, la cultura, el ocio, los ritos de paso y las formas de socialización tienen un un desarrollo propio contrario a la cultura eclesiástica. Sin embargo, ¿Por qué continuar con esta cultura, si la resistencia a la cultura burguesa ya ha logrado su objetivo de sacar a la Iglesia de las realidades temporales y públicas? Quizá porque vivir de esta inversión supone como su esencia y motivo de existir. En tiempos era la Iglesia la que influía, no simplemente tutelaba, como una irradiación de sus propios principios, en esas mismas realidades, le insuflaba su vida. Ahora es al revés: son los principios del mundo los que tutelan e influyen en la Iglesia, incluyendo la toma de posesión de su calendario litúrgico para darle culto a la marihuana, aprovechando el nombre tan pregnante que para el universitario medio supone Canuto. San Canuto no es un santo inventado, hasta hace poco se celebraba, y en el mismo día, pero en un sentido opuesto. Otros casos como las fotos blasfemas de Paz Vega, que no duda en prestarse a una ofensa contra la religión, por no hablar de la cristofobia de Leo Bassi y demás familia, echan de ver que nuestra “cultura”, si se puede llamar así, es simplemente una inversión burda y maligna de lo que la Iglesia ha forjado. Quien no quiere ver esto es que no sabe en qué mundo vive. Pero ya no existe la Inquisición y las ofensas quedan sin castigo y pasan por ser “libertad de expresión”. Y no vale decir que los que hacen eso no son católicos: el mero derecho a defenderse es suficiente. Menos mal que nos queda la justicia divina.

En la vida eterna los porreros universitarios quedarán estupefactos descubriendo que San Canuto, rey de Dinamarca, Mártir, existió de verdad, y les señalará con el dedo junto con todos los que lo conocieron en vida y le invocaron como protector. Pero mientras tanto hemos de sufrir las ofensas sin nadie que las repare o castigue. Es el signo de los tiempos, como diría Europe: