domingo, 27 de noviembre de 2011

España sumergida. Los Chichos.

Voy a consentirme hoy un artículo wiki -perdón, digo friki.

Ya hace tiempo que estoy harto de ese deleitarse individualista propio de la cultura del capitalismo liberal (véase N. Bobbio) que es el esnobismo, el querer singularizarse por hacer algo distinto a la chusma, ocupada en cosas tan simples como ganarse la vida, encontrar el amor verdadero (con una mujer, en el caso del varón) , formar una familia o cuidar y respetar a los mayores.

Así que ejerciendo mi antiesnobismo paré el otro día en una gasolinera del páramo castellano, provincia de Zamora, y me compré el disco “Ni más ni menos” de Los Chichos, expresión privilegiada del antiesnobismo pseudointelectual. Como rescatar de un pecio sumergido de la olvidada Tarsis un ánfora, o un utensilio de ocio de aquella antigua civilización.
España, desde que tengo uso de razón, se ha caracterizado por ese antiesnobismo práctico que se concreta en una preeminencia de la voluntad sobre el entendimiento, del sentimiento sobre la razón. Y paro ya con estos binomios porque ya casi parezco Lévi-Strauss. Al menos, esto se verifica en las amplias capas populares y trabajadoras, que son las que mejor expresan la cultura milenaria de nuestro amado pueblo. Quizá porque en España las creencias, valores y/o actitudes y comportamientos sociales estaban reflexionados e interiorizados desde generaciones atrás, lo que explica que aún se resistan a desaparecer a pesar de la ofensiva cultural postmoderna.

Los Chichos representan como nadie ese aspecto persistente-característica universal a toda cultura, según K. Kottak- de la cultura española, en sus melodías y sus letras. A ellos, como buenos españoles, no les hacía falta reflexión sobre la cultura, ya que ellos eran cultura (no en el sentido de que eran “La” cultura). Parte de un todo holístico y etnocéntrico que en los gitanos adquiere especial fuerza. Siguiendo una aplicación un poco forzada pero creo no inexacta del funcionalismo de Malinowski, si tomamos un aspecto particular de la cultura de un pueblo podemos llegar a conocer todos los demás. Como aspecto particular de la cultura española, todavía bastante homogénea a mediados de los 70, en ese sentido los Chichos aparecen como informadores privilegiados de una cultura y sus problemas sociales en el momento concreto de la España de la transición: la heroína hacía estragos entre la juventud pero las cárceles se llenaban demasiado de gente de etnia gitana, mientras a los peces gordos como los charlines y miñancos no los detuvieron hasta mucho más tarde. Por ejemplo. 

viernes, 25 de noviembre de 2011

La justicia como imparcialidad: Rawls

Siguiendo un poco con eso del liberalismo, o más bien de sus desarrollos, pues es un monstruo con varias cabezas, me ha gustado la exposición de Fernando Rodríguez Genovés en el número de este mes del Catoblepas sobre John Rawls y Nagel, aunque demasiado breve y condensado como para abordar el tema sin estar informado (esto es internet). Me interesa subrayar algo de lo que nos quejamos a veces: que las distintas opiniones valen lo mismo y que las obviedades llenan por doquier cualquier medio. Pues esto lo debemos en parte a las éticas liberales postkantianas como la de Rawls. En su versión de la ética de comunicación de "Jabermas" -es divertido transgredir estos nombres tan ultravenerados-  y K.O. Apel , Rawls defiende que para ser moralmente justos habría que poner a todos en el mismo nivel, a saber: 1) que todos acepten las reglas del juego o un marco de convivencia, y 2) que pongan entre paréntesis su situación social, como si no supieran nada. es decir, habrá que jugar a un juego en el que tú-no eres-tú-sino -yo, en pro de la convivencia y de la paz social. Sólo así se salvaría la "imparcialidad" del sujeto moral a la hora de juzgar. 
No entiendo cómo Rawls pretende salvar así la responsabilidad moral del sujeto, o si simplemente está organizando las normas del "Monopoly". Parece que ciertos desarrollos de la ética liberal están hechos ad hoc para la ética de "empresa"-no se ha concretado aún qué cosa sea esa, pero predicada por ciertos clérigos neomodernistas -, salvaguardar la responsabilidad moral todo lo que se pueda, en favor de las "fuerzas ciegas" que mueven el mercado y la sociedad capitalista.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Liberalismo y Epicureismo

El liberalismo, corriente sociopolitica imperante, nos domina. No sólo es eso, una corriente más, o más bien una forma de pensamiento surgida de la Ilustración, sino que está en pleno auge y además volviendo a sus postulados más "conservadores"-lo pongo entre comillas porque pienso que el conservadurismo es otra cosa-. 
En su visión del hombre y del mundo es interesante constatar su visión de la sociedad como "un agregado de individuos o una yuxtaposición de individuos" (Bentham). Curiosamente, esta idea fue sostenida por la escuela  epicureísta en la época helenista. La sociedad sería una mera convención, un pacto entre individuos para defenderse, legar a regañadientes el poder de castigar a un poder externo-el estado- y para aumentar nuestro poder sobre la naturaleza (Hume). Por mero interés. No habría nada de natural en la constitución de la sociedad. 
Si entendemos por "natural" lo contrapuesto a "artificial" estamos de acuerdo. Pero en esta visión reductora del hombre, en el que el individuo (nunca se habla de "persona") es poseedor de sus dotes y dones y le pertenecen por derecho para conseguir un máximo de beneficio, propiedades, con las que alcanzar la independencia, la mayor posible, no hay sitio para una sana teleología humana. El fin del hombre es el beneficio y el cálculo egoísta. Es un ser "libre", autónomo, etc. En el libro de Max Weber El espíritu del capitalismo y la ética protestante  se explica muy bien esta visión. 

Lo malo es que hay muchos que piensan que esto es lo adecuado, lo conveniente, lo que va a dar mayor libertad de actuación al ciudadano, incluso lo que responde mejor a la Ley de Dios y de la Iglesia y a su Doctrina Social. Y es esta visión la que nos hace esclavos de los mercados, de las "fuerzas ciegas" que piensan algunos que están por encima de los países, de los electores, del pueblo en una palabra. Son "individuos" concretos, eso sí, actuando en las sombras, los que echan de las casas a los deshauciados, los que han dado hipotecas basura, y demás. Pero es la visión que tendría la gente si tuviera dinero, fuera propietario a la manera liberal. Hemos participado de esa visión desde la Ilustración y es hora de abandonarla por una más humana, más realista, menos soberbia y egoísta Ni Epicuro nos diría lo contrario.  

lunes, 7 de noviembre de 2011

Amelia Valcárcel o "tó el mundo é güeno"

Amelia Valcárcel, catedratica
de Filosofía Moral y
Política de la  UNED
El programa de la 2 de TVE dedicado a la filosofía, "Pienso luego existo" emitió esta semana un monográfico sobre Amelia Valcárcel (Madrid, 1950). En un modo informal, de conversación, la catedrática de la UNED expuso sus opiniones filosóficas sobre la moral y política, asignatura de la que es profesora. Valcárcel es una mujer que vivió una educación estricta en un colegio religioso, según confesó, y se sintió aliviada al pasar a estudiar el curso preuniversitario-el antiguo PREU- en un instituto público. Al fin, respiró. No es un detalle baladí en su biografía, ya que ésta es una característica propia de su generación, especialmente entre los intelecuales en España: les han metido la educación religiosa a la fuerza y su filosofía se desarrolla en gran medida contra esa imposición a que se vieron sometidos como adolescentes y jóvenes.
Hasta aquí puedo entender -que no aprobar- los motivos que le han llevado a relegar a la religión, como una pensadora tardoilustrada, a los cajones de la "cultura"-mero estudio de los simbolismos artísticos-, y dentro de los parámetros de una ética "pública y del deber", siguiendo los desarrollos de Kant por parte de Dworkin, K.O. Apel y Habermas, entre otros. Pero lo que no me casa dentro de esa lógica respuesta a lo vivido en su juventud es esa creencia-porque no le encuentro otra categoria epistemológica en la que clasificarla- en el hombre como un ser capaz de ser salvado por la Educación y la Cultura. El mito de Prometeo revivido. Una idea muy hegeliana, pues ella misma confiesa ser su libro de cabecera desde segundo de filosofía Fenomenología del Espíritu de Hegel. Como decía el título de aquella peli española, parece que "Tó el mundo é güeno".
Hay que decir que Amelia Valcárcel es miembro del Consejo de Estado, y por tanto ha participado durante muchos años de las decisiones políticas tocantes a la educación en España, y ha podido ver los resultados de la agenda política en este tema. La ideología, con su orden artificial al que hay que ajustarse constantemente, le habrá impedido ver que el programa ilustrado ha tenido sus logros en sus tres siglos de existencia, como que la gran mayoría de la población hoy en día está alfabetizada, conoce a grandes rasgos algo de historia, de matemáticas, de filosofía, muchos pueden hablar y entender lenguas extranjeras, etc y no sólo eso sino que es capaz, en el orden material, de desarrollar un modo de vida que sólo el Imperio romano había logrado (en cosas como agua corriente, calefacción central, obras de ingeniería...) y de manejar tecnologías muy complejas nunca soñadas antes. Pero también sus fracasos estrepitosos, pues todo esto no implica cultura necesariamente -ahí están los estudios de G. Bueno sobre el tema- ni tampoco ¡Por Dios! que se esté realizando el plan ilustrado de Voltaire & Co., buenos salvajes que con la cultura y la educación pasan a un tercer nivel de humanidad y entran en la Edad del Espíritu hegeliano. Esta sustitución, o más bien inversión, del concepto de la gracia divina frente a la naturaleza-quien no la sepa que estudie el antiguo catecismo de 2º Grado-  está como en la base del pensamiento hegeliano y Valcarceliano. Y en la base del fracaso de este modelo. Ya es hora de que la ideología ceda paso a algo de realidad y vean, sino ellos al menos los que entren en el gobierno a partir del 20-N, que España necesita algo distinto a ese "buenismo" que cierra los ojos ante la realidad del hombre, que no es capaz de "entrar en mayoría de edad" ilustrada ya que por burros que sean los alumnos se dan cuenta de que el modelo nacido de esa concepción es pura convención hipócrita que hay que asentir y aguantar, pero carente de fundamentos sólidos en la realidad. Que se enteren que gracias a ellos y a su ideología algunos se interesan de verdad por la filosofía, por ejemplo. No para tomar una tradición ideológica moderno-ilustrada para repetir y conservar, sino para ponerla en cuestión y comprobar si eso es lo verdaderamente humano, o más conveniente, o lo que hace que los jóvenes se formen en algo más que la panacea científico-técnica. Lo malo es que los gobiernos del PP no han hecho nada al respecto a pesar de ver de sobra el problema (por eso tienen más culpa). 

Cuando gente como la Sra. Valcárcel me diga que Platón era un nazi y un machista, yo me interesaré por Platón. Cuando me diga que Franco fue lo peor que políticamente le pudo pasar a España me interesaré por Franco. Cuando me diga que la democracia y la transición son un ejemplo para Europa de madurez politica, me interesaré por la transición. Porque eso es lo que he escuchado, no quiero aceptarlo acríticamente. La ilustración ha fracasado: no tó er mundo é güeno, como decía la peli de Summers, Amelia. La educación ilustrada también.  Pásate por un instituto público e intenta dar una clase. Sal de tus salas del Prado, deja siquiera por unos minutos tu ser liberado de la sociedad y contrasta tus reflexiones con la realidad. Tu filosofía se verá cuestionada, apretada, en un test de stress y de presión que le dará el valor que necesitas. Un replanteamiento a estas alturas es demasiado pedirte, pero al menos bajarás por un instante de tu castillo de cristal.